miércoles, 25 de diciembre de 2013

La era de la inmediatez


 Hace unos días hablaba con un amigo y me decía que nuestros hijos se han vuelto más exigentes porque vivimos en la era de la inmediatez.

La tecnología permite tener todo inmediatamente, si tienen que hacer un trabajo, van a internet y tienen toda la información en segundos, solo es cuestión de copiar y pegar.

Si tienen que comunicarse con alguien, el wasap les permite hacerlo inmediatamente, y lo mismo pasa con twiter y otros tipos de comunicación electrónica.

Esto va a generar un problema cuando se incorporen al mundo laboral, ya que van a esperar que les suban el sueldo o les den mayores responsabilidades a la misma velocidad y sabemos que eso no va a ocurrir.

Sin embargo me da la sensación que hay muchos directivos que se han acostumbrado a lo mismo, la inmediatez, esperan resultados inmediatos (el próximo mes, el próximo trimestre, etc.) sin tener en cuenta que lo que realmente hace que las organizaciones funcionen es trabajar con un método de trabajo definido durante bastante tiempo, para ir puliéndolo y mejorándolo.

Es lo contrario a la inmediatez y nos damos cuenta en cualquier competición deportiva, pero no en las empresas.

¿Qué equipos triunfan en cualquier deporte? ¿Los que cambian a sus jugadores o técnicos cada temporada? ¿O los que mantienen una base por tiempo y generan los automatismos que les permiten vencer a sus rivales?

La respuesta está clara, los segundos y es que hay un componente cultural que no se puede obviar, la gente necesita tiempo para entender las cosas, practicar y mejorar, no hay otra forma, dirección clara y tiempo para poner en práctica los procesos.

Lamentablemente cuanto más arriba están los directivos menos contacto tienen con la realidad, solo miran informes y números y esos les muestran los problemas pero no las raíces de los mismos.

Si no eliminamos la raíz del problema, este seguirá y además irá a más.

Por tanto dejemos de concentrarnos en los números y hagamos lo que siempre hemos dicho en este blog, vayamos a la raíz del problema, en el gemba.

Saludos.

Luis Perona

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