Los ejecutivos eficaces no hacen carreras. Se marcan un ritmo cómodo y constante, y lo mantienen de manera firme. Los ejecutivos eficaces saben que tienen que organizarse y trabajar bien. En consecuencia, se concentran en hacer las tareas de una en una, y en empezar por las más importantes.
La concentración -es decir, el valor de imponer al tiempo y a los acontecimientos las propias decisiones sobre qué es lo más importante y, por lo tanto, debe ir primero- es la única manera que tiene el ejecutivo para llegar a dominar el tiempo y los acontecimientos en lugar de ser su cabeza de turco.
«Jack Welch pensó detenidamente en otra cuestión antes de decidir dónde concentrar sus esfuerzos en los cinco años siguientes. Se preguntó cuál de las dos o tres tareas de las primeras posiciones de la lista le convenía más. Y seguidamente se concentró en esa tarea, y delegó las demás. Los ejecutivos eficaces intentan concentrarse en las tareas que hacen especialmente bien. Saben que las empresas funcionan si ellos trabajan bien, y que no funcionan si ellos no saben trabajar ni establecer prioridades.
Se dice que Napoleón afirmó que ninguna batalla que terminó con éxito siguió el plan previsto. Pero aun así, Napoleón planificaba cada una de sus batallas, y mucho más meticulosamente que cualquiera de sus antecesores. Sin un plan de acción, el ejecutivo se convierte en un prisionero de los acontecimientos. Y sin cornprobaciones para volver a examinar el plan a medida que se van sucediendo los acontecimientos, el ejecutivo no tiene ninguna manera de saber cuáles son realmente importantes y cuáles son sólo ruido.
La primera norma de los ejecutivos para aumentar la concentración de sus esfuerzos es desprenderse de todas las actividades del pasado que han dejado de ser productivas.
Las listas de cosas que hay que «dejar de hacer» es más importante que las listas de cosas «por hacer».
Si has de imprimir un libro, no crees una imprenta; deja que una imprenta profesional se encargue del trabajo. Es decir, se trata de comprender dónde está el verdadero valor de las cosas y de poner a tu mejor gente y a tus mejores recursos a trabajar para conseguirlo.
Aspira a mucho, aspira a algo que marque la diferencia, y no a algo que sea «seguro» y fácil de hacer.
Saludos
Luis Perona
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